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CUESTIÓN DE FE
UN FAN-FICTION DE "MASS EFFECT"
Este relato se publicó originalmente en el foro de la web Universo Mass Effect (hará unos ocho años) y como podéis imaginar es un fan-fiction ambientado en el fantástico universo de esta saga de Bioware que muchos fans hemos disfrutado estos años.
A dichos fans y a los geniales personajes que crearon en Bioware, y a los que yo conocí en aquella web, algunos de los cuales seguimos en contacto (lacri, Tribal, Yghde, Shaim, PabloShepard...) va dedicado.
Toda la pequeña nave de desembarco crujió cuando se acoplaron al
carguero que iban a asaltar. El capitán Buttler ya estaba en pie junto a
la puerta desde hacía minutos, mientras el resto del comando, al fondo,
permanecían sentados y concentrados en sus propios rituales. Diez
marines N6 de lo mejorcito del cuerpo, cada uno de ellos valía por un
batallón. Buttler sabía que si alguien podía conseguirlo, eran esos
chicos.
Por el intercomunicador, el centro de mando de la fragata SSV Alberta le comunicó que la situación seguía más o menos igual que antes de partir.
- De acuerdo, control - dijo antes de volverse y dirigirse a sus hombres -. ¡Muy bien, capullos! ¡Ya podéis estar levantando esos culos porque vamos al “fregao” pero que ya!
Rápidamente todos levantaron las barras de seguridad de sus asientos y se pusieron en pie, preparando sus armas mientras Buttler seguía pegando berridos con su arenga castrense:
- Recordad que esos piratas de mierda pueden tener ahí dentro hasta dos docenas de rehenes, así que nada de entrar a lo loco – miró al fondo de la lanzadera - ¿Me has oído, Ramirez?
- ...que sí... - suspiraba con voz cansina el artillero Ramirez mientras revisaba su lanzagranadas.
- Quiero una entrada de verdad - continuo hablando mientras se dirigía al fondo de la lanzadera - y coberturas en los flancos como Dios manda, ¡¿de acuerdo, capullos?!
- ¡SI, SEÑOR! - gritaron todos.
Buttler se acerco a Kaidan y le habló con calma, de forma privada.
- Escucha, Alenko, no quiero que corras ningún riesgo, ¿de acuerdo? No sabes lo que me ha jodido tener que traerte a esta mierda a dos días para que te fueras a tu nuevo destino...
- No hay ningún problema, capitán - dijo Kaidan con sinceridad mientras se ajustaba el chaleco de amortiguación de su armadura -. Hasta pasado mañana sigo formando parte de esta unidad y cumpliré con mi obligación.
- No me jodas con esa jerga elitista, Alenko - bromeó Buttler golpeándole con el puño en el hombro. Kaidan sonrió -. Cuando estés rumbo a la Ciudadela, bajo el mando del Capitán Anderson, “La leyenda” Anderson... en esa nueva super-nave que al parecer nos han fabricado esos apestosos turianos, ya me dirás, no te acordarás de esta panda de animales...
- La verdad es que voy a echarle de menos, capitán - dijo Kaidan sonriendo con algo de tristeza.
- Y un huevo... - dijo Buttler. Luego continuó hablándole en tono serio - … escucha, sabes que no te hubiese traído si no fuera porque el mando cree que al menos hay un biótico con ellos. Pero tú no arriesgues, ¿entendido? - Kaidan asintió, resignado -. Pégate a Ramirez y a Splittmeyer y trata de localizar rápidamente al biótico, nada mas. El resto dejánoslo a nosotros.
-Entendido, capitán - dijo Kaidan, tratando de sonar agradecido. Y pensó que en verdad por muy emocionante y, sin lugar a dudas, por importante que fuese el nuevo escalón en su carrera que iba a subir en un par de días, realmente iba a echar de menos a aquellos tipos.
Había estado con ellos prácticamente desde que salió del campo de entrenamiento. Habían sido tres años y al menos una docena de misiones tan peligrosas como esta en la que estaban ahora embarcados. El reconocimiento le había llegado muy pronto, Kaidan lo sabía, mucho más joven de lo que él mismo había esperado. Solo tenía veintiséis años, y le habían seleccionado para un cuerpo de élite, bajo el mando del condecoradísimo capitán Anderson. La autentica “creme de la creme” de la Alianza. Todo un salto de gigante, era cierto.
Pero en verdad, iba a echarles de menos.
Mientras estaba en sus divagaciones, Buttler continuó arengando a sus hombres.
- ¡Muy bien capullos, escuchad! Puede que haya un biótico entre ellos, así que Alenko serña nuestro quarterback, ¡¿Entendido?!
- ¡SI; SEÑOR! - graznaron todos.
- Ramirez, Splittmeyer y Melberg, os quiero protegiéndole como si fuese la honra de vuestra madre, en caso de que tuviéseis madre y de que tuviese honra, claro está, ¡¿de acuerdo, capullos!?
Un nuevo crujido sacudió la nave, indicando que los sistemas informáticos habían derivado la puerta.
- ¡ADENTRO! - ordenó el capitán Buttler.
El equipo entró en la nave comercial. Era un carguero modular de Clase A con matrícula del espacio de la Alianza. Según los informes, era un envío de procesadores de riego para Eden Prime, la colonia humana más próspera del cumulo Exodus. Ese equipamiento era realmente caro, por lo cual se había convertido en un plato demasiado apetitoso para un grupo de piratas espaciales. Lo que seguramente no habían esperado los piratas es que hubiera tanta tripulación, al menos veinte personas más de las esperadas, y también más seguridad. El asalto se les había complicado, alguien de la tripulación había accionado la “parada Ness”, es decir, un mecanismo que detenía la nave y que impedía que volviese a ponerse en marcha salvo que un ingeniero autorizado accediese al núcleo, y un robo que suponían iba a ser rápido, se había convertido en un secuestro.
Tras pasar en formación de a dos los primeros pasillos, completamente despejados, se apostaron flanqueando la puerta de la cubierta de embarque. Buttler dio la señal de “alto” con la mano y habló con el centro de mando a través de su intercomunicador:
- Háblame, Valance - dijo -. ¿Que dice el termoescáner?
La encargada de operaciones, desde la Alberta, dio el informe para que todos lo oyeran:
- Están todos en esa sala, capitán - dijo -. Cuento al menos diez piratas, y tienen sujetos cada uno a un rehén como escudos humanos. Hay otro grupo de rehenes en el suelo, junto a la salida oeste de la sala. Están preparados; saben que ya estáis ahí.
- De acuerdo - Buttler se dirigió a sus hombres -. Bien, nenes, ahora tranquilos. No quiero que nadie mueva un músculo si yo no lo ordeno, ¿entendido?
Todos afirmaron silenciosamente, nada de voceríos esta vez. No había que dar pistas a los piratas de cual era su numero. Buttler se quedo junto a la puerta, mientras que Ramirez y Splittmeyer se ponían frente a ella como avanzadilla. El resto esperaba detrás, con la tensión respirando a la vez que los estertores de la nave.
- De acuerdo, Valance - le dijo Buttler a su oficial de operaciones por el intercomunicador - ...¡Ahora!
La puerta, derivada desde la fragata se abrió y rápidamente el equipo entró en la rectangular sala. Los piratas, viéndoles entrar se parapetaron al fondo, con los rehenes como escudos humanos. Buttler y algunos más gritaban:
- ¡QUIETO TODO EL MUNDO! ¡Vamos, tirad esas armas, estáis detenidos, no tenéis escapatoria!
Eran esos segundo de máxima tensión en que todo podía salir mal. Los piratas, humanos en su mayoría aunque había algún turiano también, les miraban aterrados de verdad pues sabían en el lío que se habían metido. Es un hecho que no se escapa de un comando N6 cuando estos tienen el control y todo el mundo en esa sala, soldados, piratas y puede que hasta los rehenes, sabía que ahora el control pertenecía al comando de la Alianza.
Aun así, tampoco se iban a rendir enseguida, claro está. Bajo su punto de vista, aún les quedaban unas cartas por jugar que eran los rehenes. Así que continuaron usándolos de escudos humanos mientras veían, sin atreverse a disparar, como el comando se desplegaba y se posicionaba frente a ellos.
Buttler, siempre al frente, continuó hablándoles.
- Muy bien, voy a repetíroslo otra vez, por si no os habéis enterado. ¡Esto se ha terminado! Tenemos el control de esta nave, hay una fragata de la Alianza acoplada sobre vuestras putas cabezas, y como a alguien se le ocurra hacer alguna tontería, os vamos a volatilizar como si fuéseis fruta podrida...
Mientras todo esto ocurría, y mientras pensaba en que el capitán Buttler, un día de estos, debería revisar sus metáforas, Kaidan, situado detrás de la soldado Malberg, con su pistola Kessler en mano, observaba uno a uno a los piratas en busca de bióticos. A su izquierda, muy atrás, vio un joven humano, con una gorra de béisbol y una escopeta Scimitar, que sujetaba por el cuello a una tripulante de la nave secuestrada. Y pudo ver ese pequeño fulgor azul que recorría su silueta como si fuese un aura. Algo tan sutil que solo otro biótico podía verlo. Un poco por delante de este, le pareció que uno de los dos turianos también “brillaba”.
- Alenko, dime algo - le inquirió Buttler.
- El primero por la izquierda, al fondo - respondió Kaidan mientras cargaba su amortiguación por si acaso -, y puede que el turiano de la derecha.
- De acuerdo - Buttler volvió a alzar la voz para dirigirse a los piratas -. ¡Bien, damas y caballeros; ahora vais a dejar que esa gente se vaya, muy despacio, y se tumbe en el suelo, y cuando lo hagan, muy muy despacio, vais a ir soltando esas armas!
Los piratas se miraban entre ellos, aterrados, indecisos y realmente, en el fondo, deseosos de que todo aquello acabase. Mejor ser condenados por asalto y piratería, que aniquilados por aquellos tipos. Los comando especiales de la Alianza no bromeaban. Todo el mundo lo sabia.
Buttler continuaba a lo suyo:
- Y vosotros dos – dijo dirigiéndose a los bióticos -, como vea brillar algo que no sea un árbol de Navidad, ordenare que os hagan tantos agujeros que no sabremos distinguir vuestra raza cuando intentemos despegaros de la pared. ¡ Venga, se acabo el pensar; soltad a los rehenes y tirad las armas! ¡YA!
Los piratas se miraron entre ellos unas cuantas veces más, hasta que el que estaba delante de todos, y que seguramente hasta hacia un minuto era considerado el jefe, levantando la mano que sostenía el arma y abriendo la otra, por la que había estado agarrando del cuello a un suboficial del carguero, claudicó diciendo con voz entrecortada:
- De acuerdo... de acuerdo, no disparen, por Dios... nos rendimos...
- Eso es - le decía Buttler -, quiero que todos lo vayan haciendo muy despacio...
Mientras poco a poco la rendición se convertía en un hecho, Kaidan avanzó un poco para seguir analizando a los piratas. En general, podía ver el miedo en sus rostros, mientas iban dejando a los rehenes, pero no veía más signos de biótica. Los marines de la Alianza también fueron avanzando, despacio, para que no hubiera ningún sobresalto, y sólo se escuchaban las órdenes de los marines a los secuestradores y los sollozos de la tripulación del carguero, ahora liberada.
Y sin embargo, Kaidan no estaba tranquilo, algo fallaba en aquel, en apariencia, cuadro perfecto.
Lo vio casi por casualidad, era una figura tan menuda, y sus ropas eran tan oscuras, que no se había fijado en ella hasta ahora. Estaba al fondo del todo, junto a una de las salidas de ventilación, cerca del grupo de rehenes que estaban de rodillas, los que no habían servido de escudos humanos. Pero estaba en pie, así que no parecía un rehén.
Kaidan, poco a poco, fue acercándose a la figura, tratando de aparentar que no iba a por ella directamente, porque había algo que le estaba poniendo realmente nervioso: el hecho de que no se movía. Estaba pegado a la pared, con una especie de anorak negro, con la capucha puesta, de modo que no podía verle el rostro. Tampoco, por lo tanto, podía saber su raza, pero sus proporciones eran humanas y o era una mujer o era un hombre muy menudo y delgado.
Lo único que Kaidan sabia es que estaba quieto. Y que no parecía asustado. Activo el intercomunicador de su oído para dirigirse a Buttler, que ahora estaba a unos cinco metros por detrás. Pero solo pudo decir:
- Capitán, creo que tenemos un proble... - antes de ver el fulgor. Fue solamente una décima de segundo, pero ese ínfimo espacio de tiempo fue suficiente para que Kaidan, antes de gritar - ¡¡¡AL SUELO!!! -, tuviese tiempo de pensar “Dios mío; todos vamos a morir”.
Y fue entonces cuando el infierno se desató en la nave.
La onda azul recorrió la estancia como un tsunami de destrucción. Cajas, fragmentos metálicos de todo tipo, armarios y hasta trozos del suelo, todo salió volando por los aires mientras piratas, rehenes y marines eran lanzados hacia la pared opuesta.
Kaidan se había tirado al suelo el primero, pero no por ello se había librado de una sacudida tan fuerte que le había lanzado varios metros hacia atrás, yendo a aterrizar sobre la espalda de la soldado Malberg, que a su vez había caído junto a Buttler y los otros. El aire estaba cargado de electricidad estática, con un intenso olor a elemento cero, parecido al del ozono. Y aunque sentía dolor en cada miembro de su cuerpo, Kaidan se levantó rápidamente. Tenia que verlo. Tenia que ver quien había sido capaz de eso.
Seguía allí. Ahora en actitud agresiva, mirándoles a todos desafiante con los puños apretados mientras el aura azul brillaba de una forma que Kaidan jamas había visto.
Por el suelo, los supervivientes al cataclismo se removían, quebrados y doloridos. Algunos tosían, pues parecía como si todo el oxigeno se hubiese esfumado de un golpe, y ahora poco a poco iba volviendo, aunque aun costaba respirar. Ya no había soldados, piratas y rehenes; ya solo había supervivientes.
- Alenko... - pudo decir no sin esfuerzo el capitán Buttler mientras trataba de levantarse del suelo - ...¿qué demonios ha sido eso?
- Ha sido una onda de choque - dijo Kaidan mientras saltaba un contenedor roto en el suelo, sin quitarle ojo al ser de la capucha negra. Aún estaba a más de diez metros, y parecía que no se había fijado en él.
- Un... ¿una qué?
- Un golpe biótico... pero de una fuerza que ni creía que fuese posible...
- ¿Y quien...? - empezó a decir Buttler, pero Kaidan ya no estaba a su lado. Sin pensar muy bien lo que estaba haciendo, se dirigía hacia el ser - ...¡Alenko, ¿que carajo estas haciendo?!
Mientras caminaba pesadamente hacia “eso”, Kaidan pudo distinguir algo más de entre las sombras que formaba la capucha. Desde luego, era humano, y casi estaba seguro de que era una mujer. No veía sus ojos, pero esas manos y esos labios que dejaban entrever unos dientes apretados por la rabia, eran femeninos. Un leve gesto de su cabeza le indico que le había visto venir. Y por un momento, pareció dudar, sin duda turbada por la decisión de Kaidan, que seguía caminando hacia ella despacio pero sin titubeos, sin disimulo, dando a entender que no quería sorprenderla.
La mujer miró nerviosa a ambos lados. Kaidan vio como sacaba de detrás de su cinturón una pistola, lo que hizo que se detuviese.
- No, espera - empezó a decir Kaidan, mientras pensaba que, sin duda, la pistola era mas un símbolo, un amuleto para una actitud, un atrezzo para una pose, que otra cosa. Porque alguien capaz de desatar un poder así, ¿para qué diablos quería una pistola? -; no venimos contra ti, yo...
Pero la mujer, en un movimiento fugaz, se agachó, cogió con fuerza y brutalidad a una joven sobrecargo de la nave secuestrada y se la pegó al pecho como escudo humano, al igual que habían hecho los piratas cuando el comando de la Alianza había entrado en la sala, apuntándole a la sien con la pistola.
- ¡Un paso más y reviento a esta zorra! - escupió con una voz rasgada que, pese a su furia, delataba que era muy joven.
Naturalmente Kaidan se detuvo y rápidamente, por instinto, levanto las manos en señal de buenas intenciones.
- ¡No, no estoy armado! - le dijo - Por favor, no le hagas daño...
- ¡Y una mierda, dejadme en paz...! - dijo la chica mientras se empezaba a desplazar hacia su derecha, hacia la salida de ventilación, arrastrando a la rehén con ella.
Mientras esto ocurría, por detrás de ellos los soldados de la Alianza ya se habían puesto en pie, una vez que habían comprobado que estaban vivos y con todas las partes de su cuerpo en su sitio, y con el capitán Buttler al frente apuntaban a la joven y tomaban posiciones. Nadie se ocupaba ni de los piratas ni de los rehenes, que veían la escena completamente estupefactos, como si ahora fuesen compañeros de una aterradora experiencia.
- No, no te la lleves, escucha, no venimos contra ti … - empezó a decir Kaidan.
Pero la joven biótica no estaba por la labor de escucharle. En un par de movimientos rápidos y certeros, empujó a la rehén por el conducto de ventilación y luego saltó ella, sin que nadie pudiese hacer nada.
- ¡Mierda! - exclamó Keidan asomándose al conducto de ventilación y dando un puñetazo en la pared - ¡Se la ha llevado!
- Bueno, tranquilos - dijo Buttler acercándose también a la boca del conducto-. A ver, Valance, dame información, dime a donde llevan estos jodidos tubos... - miró a sus espaldas y gritó a sus hombres - ¿Que coño hacéis mirando? ¡Esposad a esos piratas y atended a los heridos, capullos!
- Recorren prácticamente toda la cubierta de carga y los motores, capitán - explicó la oficial de operaciones -. Ah, ya veo...
- Compártelo con nosotros, Valance...
- En el siguiente subnivel están las cápsulas de evacuación, señor, puede que quiera dirigirse ahí...
- Seguro que sí, capitán - dijo Kaidan, nervioso -. Creo que conoce esta nave perfectamente. Tengo la sensación de que no era parte de los piratas, sino un polizón.
- ¿Si? Pues que la conozca tan bien no va a valerle un carajo, teniente - dijo el capitán -, porque tenemos anulados los sistemas desde antes de entrar, y ninguna cápsula de salvamento va a salir de aquí.
- Ya, pero ella eso no lo sabe, señor – dijo Kaidan haciendo que la pequeña sonrisa socarrona de Buttler se borrara de golpe -. Y cuando lo descubra, esa rehén lo va a pasar muy mal. Y como vuelva a cabrearse, puede que todos lo pasemos realmente mal, señor.
- Maldita sea... ¿y que propone, teniente?
Kaidan no pudo evitar dedicarle una media sonrisa a su capitán antes de arrojarse por el conducto de ventilación. Mientras caía oyó la voz de Buttler gritar:
- ¡Alenko, que diablos estas haciendooo...!
Cayó entre un montón de escombros, dentro de las estrechas tripas de la nave. La luz era muy escasa, y llamaradas de vapor del sistema hidráulico le golpeaban en la cara. Tenia ante si un pasillo oscuro y tan estrecho que no podría estirar los brazos hacia los lados y que parecía acabar a unos diez metros por delante de él. Sacó la Kessler y preparó su barrera, por si acaso. “Si”, pensó, “aunque ni una ni otra te van a valer de mucho si esa cosa vuelve a lanzar una onda de choque como la de antes”. Pero le hacía sentirse más seguro. Bueno, era un decir.
De pronto la escuchó gritar por delante.
- ¡Estáte quieta, zorra! - se oyó por el pasillo, y conforme fue avanzando un poco más, Kaidan comenzó a oír los sollozos de la rehén y unos golpes metálicos. Se detuvo al final de su pasillo, los ruidos venían de su izquierda, estaban ahí. En cuanto tomara la bifurcación se iba a ver cara a cara con la muerte. Respiró hondo y, mientras una parte de él pensaba: “¿Qué narices estás haciendo, Kaidan? Te quedan sólo dos días para irte, para pisar la Ciudadela, para ver las más grandes maravillas del universo conocido, para embarcarte en la nave más avanzada de la humanidad... para cumplir tu sueño desde que entraste en la Alianza. Así que... qué demonios haces?”, otra parte de su ser solo pensaba que había que sacar a la rehén de ahí con vida.
Y sabia que podía hacerlo. “Bueno, vamos allá”, se dijo a sí mismo antes de doblar la esquina.
Las dos mujeres se vieron sobresaltadas por su irrupción. La sobrecargo estaba de rodillas en el suelo, con las mejillas sucias y húmedas por el llanto pero aparentemente ilesa. La otra, que se había quitado el anorak y lo había abandonado en el suelo (la evacuación de vapores provocaba que allí hiciese un calor infernal), le apuntó rápidamente, pero Kaidan pudo ver por un instante, no sin alivio, que estaba más sorprendida que furiosa de verle.
Ahora pudo observarla mejor. Efectivamente a pesar de su aspecto terrorífico era muy joven, no podía tener ni veinte años. Era menuda y delgada, muy fibrosa. Por encima de un viejo pantalón de obrero llevaba un pequeño chaleco negro, y toda la piel de abdomen, brazos y cuello que dejaba ver estaba cubierta de tatuajes. La cabeza estaba rapada, y también por las sienes había tatuajes. Y sus ojos escupían fuego, Y su boca era una mueca de rabia.
Ambos quedaron apuntándose uno al otro, muy cerca los dos cañones de las armas.
- ...qué mierda... - susurró como una cobra enfurecida la mujer, más para sí misma que para su oponente.
- Escúchame - empezó a decir Kaidan tratando de sonar lo mas calmado y lo mas sincero posible. Lo primero no era cierto pero lo segundo, bueno, no había sido más sincero que ahora en toda su vida -; no quiero detenerte, ni quiero hacerte daño; solo quiero llevármela a ella - y con un leve gesto de cabeza le indicó que hablaba de la tripulante del carguero.
Pero como por un acto reflejo, la mujer cogió del pelo a la rehén con una mano, apretándola contra sus piernas. La joven cautiva gritó, mientras se echaba las manos a la cabeza para sujetarse el mechón de pelo del que la otra le tiraba.
- ¡Cállate, cállate! - le gritó a su rehén.
- ¡No, por favor, no le hagas daño! - le inquirió Kaidan - Vamos, sé que no quieres hacerle daño, sólo quieres marcharte, ¿verdad?
- ¡Y quién coño eres tú! - le dijo la mujer con voz rasgada, como papel de lija - ¿Eres un puto kamikaze que no teme a la muerte?
- No, te aseguro que no - Kaidan incluso sonrió un poco -. Te aseguro que lo único que quiero es salir vivo de ésta... al igual que tú. Y desde luego, al igual que ella.
La biótica le miraba con incredulidad, como esperando el fallo en sus argumentos. Empezó a respirar pesadamente, con desesperación.
- Joder... joder... - empezó a decir -... yo ni siquiera estaba con esos idiotas...
- Te creo - se apresuró a decir Kaidan.
- ¿Ah, sí? ¿Y por que me crees?
- Bueno - dijo Kaidan y de nuevo, muy levemente, sonrió -, porque si tú formaras parte de su banda, no creo que se rindieran tan pronto al ver entrar a un puñado de marines.
Un pequeño destello en los ojos de la mujer le hicieron saber a Kaidan que lo comprendía, y que estaba empezando a confiar en él.
- Escucha, no van a dejar que te la lleves - empezó a decir Kaidan al tiempo que le señalaba con un movimiento de su cabeza a lo que había a la espalda de la chica; una de las cápsulas de escape -, y además, esas cápsulas de salvamento están inutilizadas desde el control de nuestra nave...
- ¿Ah, sí? - exclamó la chica coléricamente - ¡Pues entonces tenemos un serio problema, ¿no crees?! - sujetó con más fuerza a la rehén por el pelo, y esta emitió un leve chillido.
Kaidan improvisó con rapidez. En realidad, no tenia autoridad para negociar en un tema de rehenes, pero allí abajo sólo estaban él, la rehén, y una chica sin pelo, muy cabreada y con el poder biótico más inmenso que nadie pudiese imaginar. Así que no había mucho tiempo para ser puntillosos con temas de competencias.
Tan oportuno como de costumbre, la voz del capitán Buttler sonó por el auricular de Keidan:
- Alenko - dijo sin dejar lugar a las dudas de que estaba muy cabreado - ¿qué demonios esta pasando ahí abajo?
- Capitán, estamos junto a la cápsula de salvamento numero 4 - dijo Kaidan sin dejar de mirar a las dos mujeres y llevándose el dedo índice a su oído -. Quiero que la activen, señor.
-¿Me tomas el pelo? - exclamó Buttler - No pienso dejarla escapar.
- Si no lo hacemos, señor, es muy probable que muramos todos. Tiene poder biótico suficiente para aplastar esta nave como hace usted con las latas de cerveza... señor.
La biótica continuaba mirándole con más interés, casi curiosidad, que furia. Y a Kaidan le había parecido ver un atisbo de sonrisa tras ese ultimo comentario suyo.
- Aun así - dijo Buttler - no puedo permitir que se lleve a la chica como rehén.
- No lo hará, señor - dijo Kaidan sin pensar muy bien lo que decía. O quizás pensándolo perfectamente -. Me llevará a mí con ella.
Durante un segundo, ambas mujeres, secuestradora y rehén, miraron a Kaidan con la misma cara de extrañeza.
- ¡Qué diablos dices! -. exclamó la biótica. Casi al mismo tiempo, sonaba, atronadora, la voz de Buttler en su auricular.
- ¿Qué carajo estas diciendo, Alenko?
- Escúchame - le dijo Kaidan a la mujer mientras cortaba la comunicación con el centro de mando durante unos segundos -; no permitirán que te la lleves, es una mujer inocente, una civil. Pero yo soy un soldado, un marine de operaciones especiales, estoy entrenado para cosas así. Créeme; es la única forma de que salgas de aquí … de que todos salgamos de aquí.
La mujer dudó durante unos instantes, durante los cuales Kaidan volvió a conectar con el centro de mando y explicó a Buttler su plan.
- Creo que es la única solución, señor - le dijo Kaidan.
- No me gusta, chico - dijo el capitán en un tono que indicaba que ya había accedido -. Pero es tu culo el que esta en juego.
Kaidan miro a la biótica, y trato de transmitirle en su mirada y en sus palabras toda la confianza de que era capaz.
- Vamos - le dijo -, aún podemos salir de esta... vamos.
- Que activen la cápsula y la soltare - dijo la mujer. Kaidan asintió y volvió a llevarse mano al auricular.
- ¿Capitán?
- Hazlo, Valance - se oyó la voz de Buttler, aun molesto y resignado.
Unos crujidos electrónicos precedieron a un silbido estertóreo que salió de la cápsula, al tiempo que varias luces en su portezuela pasaron del rojo al verde. Estaba activada.
Kaidan miró a la chica a los ojos. Tenia unos ojos inmensos, oscuros y profundos, aunque la rabia seguía brillando dentro de ellos como un relé de masa en la negrura del espacio.
- ¿Lista para dar un paseo? - le dijo sonriente. Luego miró a la sobrecargo, aun de rodillas en el suelo - Venga, ya sabes lo que se suele decir: tres son multitud...
La mujer liberó a la rehén, soltándola del pelo y dándole un empujón en la espalda con su pie. La joven tripulante se arrastró hasta Kaidan, sollozante. El la ayudó a levantarse y le dijo tratando de tranquilizarla:
- Vamos, sube hasta el nivel de acceso, aun estarán todos allí, vamos. Corre y no te detengas.
La chica aun dudó por un par de segundos, mirando a Kaidan y luego a su secuestradora, pero finalmente echó a correr por el pasillo que se abría a la derecha y desapareció mientras Kaidan y la biótica se miraban, una aún nerviosa y angustiada, el otro con miedo pero también con interés.
Ella, de un golpe seco, acciono el botón de la cápsula que abría la puerta, y sin dejar de apuntar a Kaidan, le dijo:
- Vamos, héroe de la Alianza, sigue ganándote tu sueldo. Empieza por soltar esa pistola.
- Bueno - suspiró Kaidan mientras entraba en la cápsula, tras dejar el arma en el suelo -, esto bien se merece una prima de riesgo, vamos, digo yo.
Se sentaron uno frente al otro y se colocaron las barras de seguridad hasta que quedaron aprisionados por los anclajes. Mientras escuchaban la IV de la nave advertir sobre el lanzamiento y empezar la cuenta atrás, Kaidan observó que ella seguía apuntándole.
- Creo que ya no vas a necesitar eso - le dijo.
- Y yo creo que deberías cerrar la puta boca - respondió ella secamente. Kaidan se encogió de hombros y pensó : “Espero que sea un vuelo corto”.
Los lanzaron al espacio con un sonido de explosión y una violenta sacudida. La cápsula, muy por encima de la velocidad del sonido, salió de la nave como un escupitajo de la boca de un marinero. Una vez se estabilizó, Kaidan le dijo la mujer que iba a pedir información, a través de su intercomunicador, del planeta “nido”.
- ¿De qué? - dijo ella, poco habituada a la jerga militar.
- Oh, perdona - empezó a explicar Kaidan mientras pensaba que, si no tenia entrenamiento militar, de dónde diablos habría salido, con todo ese poder -. Siempre que una cápsula de salvamento es disparada, la IV de la nave busca el planeta habitable más cercano, y dirige la cápsula hacia allí. Eso es lo que llamamos “planeta nido”.
- Ah, bien – dijo ella con poco interés.
Mientras Kaidan hablaba con el centro de mando, ella no dejaba de observarle. Era joven, era guapo, era valiente, era noble y bondadoso... desde luego, le esperaba una vida muy dura, pensó ella. Y durante todo el vuelo, que no duró mas de diez minutos, ambos fueron observándose. Admirado él del poder de ella, admirada ella de la bondad de él.
Pero, por supuesto, nadie dijo nada en todo el trayecto.
Cuando, una vez detenida la cápsula tras el violento aterrizaje, los pernos explosivos volaron hacia fuera la escotilla, una luz anaranjada y un calor seco y plomizo que indicaban un clima desértico, inundaron la pequeña nave.
La mujer, tras liberarse de las barras de sujeción, se ajustó su chaleco y de uno de sus bolsillos sacó unas enormes y negras gafas de sol. Salió al exterior con tranquilidad, casi como si Kaidan no estuviese allí.
Él por su parte, tras liberarse también de las protecciones, buscó en un compartimento que había en el suelo con el símbolo de una cruz roja. Había dos mochilas de supervivencia, que contenían agua, algunos víveres, una brújula, una pistola de bengalas, cosas así. Cogió ambas bolsas y salió al exterior.
El lugar, efectivamente, era muy árido y desolado. Bastante plano y sin apenas vegetación. Por la posición de su sol parecía ser mediodía, y la temperatura era superior a treinta grados, observó Kaidan en su omniherramienta. No era un paraíso, desde luego.
Ella estaba un par de metros delante de la cápsula, con los brazos en jarras y observando el horizonte, dándole la espalda. No parecía preocupada por su presencia, al parecer, no le consideraba una amenaza. Y era comprensible. Con todo aquel poder, ¿cómo iba a considerarle una amenaza?
- Tienes unos quince minutos antes de que aterricen mis compañeros - le dijo para llamar su atención. Ella se dio la vuelta y le observó con cierto desdén, pero no dijo nada -. Según nuestros informes, hay una colonia batariana a unos cuarenta y cinco kilómetros al este. Supongo que no te recibirán con los brazos abiertos siendo humana, pero seguro que podrás apañártelas. Y la Alianza no te buscara allí.
- La Alianza no me preocupa mucho, solo sois unos capullos idealistas - dijo con más pesadumbre que desprecio -. Hay cosas mucho más terribles que la Alianza...
- Supongo que si - dijo Kaidan -. Tienes pinta de llevar toda tu vida huyendo. Pero esta claro que no es de nosotros.
Ella, por primera vez, sonrió abiertamente. Una sonrisa franca, ancha y luminosa. Una sonrisa que no parecía pertenecer a aquella cara, menuda y de facciones duras, pese a la juventud que enardecía.
- Buen intento, héroe - le dijo con voz socarrona -. Pero no voy a contarte mi puta vida sólo porque hayamos compartido este “viajecito”.
Kaidan también sonrió y se encogió de hombros.
- Tenia que intentarlo - dijo. Luego, más serio y mirándola con admiración, añadió -. Es que todo ese poder, nunca había visto...
- Déjalo - dijo ella, y ya no sonreía -. Te lo advierto. Además, cuanto menos sepas, mejor.
Kaidan asintió y le tendió las mochilas.
- Tú ganas - le dijo -. No más preguntas.
Ella se colgó las bolsas de un hombro y se dispuso a marcharse, pero antes se quedó durante unos segundos mirando a Kaidan y tras observar la placa de identificación que colgaba en el pecho de su uniforme, le dijo:
- Buena suerte, teniente Alenko... creo que vas a necesitarla en esta vida. Y mucho.
- Es posible, pero tengo fe. Todo es cuestión de tener fe en uno mismo.
- ¿Ah, sí? - dijo ella, casi divertida - ¿Por eso sabías que no te mataría? ¿Porque tienes fe?
- No - respondió Kaidan, con sencillez -. No es eso. No sabía si me matarías o no.
Ella pareció algo contrariada.
- Y entonces ¿por qué lo has hecho? - preguntó - ¿Por qué te has arriesgado así por alguien a quien no conoces?
Y Kaidan, como si le hubiesen hecho la pregunta más tonta del mundo, respondió con total naturalidad:
- Pues porque era mi deber.
Ella volvió a sonreír.
- Lo dicho, encanto - dijo -. Que tengas suerte.
Ella se giró y comenzó a dirigirse hacia el desierto. Pero no había dado más de cuatro pasos cuando Kaidan le dijo:
- Al menos podrías decirme tu puto nombre...
Lo cual hizo que se detuviese y se girase para observarle. Ambos, casi sin quererlo, sonreían.
- Puedes llamarme Jack - dijo antes de volverse y caminar hacia el caluroso y extenso arenal.
Kaidan la observó mientras se alejaba. Para cuando aterrizó la lanzadera del SSV Alberta, con varios de los chicos del comando y un muy cabreado capitán Buttler dentro, ya apenas distinguía su silueta contra el horizonte.
Subió a bordo, ignorando tanto las palmadas de felicitación en la espalda como los graznidos de reproche de Buttler, solamente absorto en ella, en lo increíble que parecía el ser que acababa de conocer.
Luego miró su reloj. Quedaban menos de venticuatro horas para su traslado a la SR Normandy, al mando del capitán David Anderson.
“Bueno”, pensó, “esperemos que el último día sea algo más tranquilo”.
Por el intercomunicador, el centro de mando de la fragata SSV Alberta le comunicó que la situación seguía más o menos igual que antes de partir.
- De acuerdo, control - dijo antes de volverse y dirigirse a sus hombres -. ¡Muy bien, capullos! ¡Ya podéis estar levantando esos culos porque vamos al “fregao” pero que ya!
Rápidamente todos levantaron las barras de seguridad de sus asientos y se pusieron en pie, preparando sus armas mientras Buttler seguía pegando berridos con su arenga castrense:
- Recordad que esos piratas de mierda pueden tener ahí dentro hasta dos docenas de rehenes, así que nada de entrar a lo loco – miró al fondo de la lanzadera - ¿Me has oído, Ramirez?
- ...que sí... - suspiraba con voz cansina el artillero Ramirez mientras revisaba su lanzagranadas.
- Quiero una entrada de verdad - continuo hablando mientras se dirigía al fondo de la lanzadera - y coberturas en los flancos como Dios manda, ¡¿de acuerdo, capullos?!
- ¡SI, SEÑOR! - gritaron todos.
Buttler se acerco a Kaidan y le habló con calma, de forma privada.
- Escucha, Alenko, no quiero que corras ningún riesgo, ¿de acuerdo? No sabes lo que me ha jodido tener que traerte a esta mierda a dos días para que te fueras a tu nuevo destino...
- No hay ningún problema, capitán - dijo Kaidan con sinceridad mientras se ajustaba el chaleco de amortiguación de su armadura -. Hasta pasado mañana sigo formando parte de esta unidad y cumpliré con mi obligación.
- No me jodas con esa jerga elitista, Alenko - bromeó Buttler golpeándole con el puño en el hombro. Kaidan sonrió -. Cuando estés rumbo a la Ciudadela, bajo el mando del Capitán Anderson, “La leyenda” Anderson... en esa nueva super-nave que al parecer nos han fabricado esos apestosos turianos, ya me dirás, no te acordarás de esta panda de animales...
- La verdad es que voy a echarle de menos, capitán - dijo Kaidan sonriendo con algo de tristeza.
- Y un huevo... - dijo Buttler. Luego continuó hablándole en tono serio - … escucha, sabes que no te hubiese traído si no fuera porque el mando cree que al menos hay un biótico con ellos. Pero tú no arriesgues, ¿entendido? - Kaidan asintió, resignado -. Pégate a Ramirez y a Splittmeyer y trata de localizar rápidamente al biótico, nada mas. El resto dejánoslo a nosotros.
-Entendido, capitán - dijo Kaidan, tratando de sonar agradecido. Y pensó que en verdad por muy emocionante y, sin lugar a dudas, por importante que fuese el nuevo escalón en su carrera que iba a subir en un par de días, realmente iba a echar de menos a aquellos tipos.
Había estado con ellos prácticamente desde que salió del campo de entrenamiento. Habían sido tres años y al menos una docena de misiones tan peligrosas como esta en la que estaban ahora embarcados. El reconocimiento le había llegado muy pronto, Kaidan lo sabía, mucho más joven de lo que él mismo había esperado. Solo tenía veintiséis años, y le habían seleccionado para un cuerpo de élite, bajo el mando del condecoradísimo capitán Anderson. La autentica “creme de la creme” de la Alianza. Todo un salto de gigante, era cierto.
Pero en verdad, iba a echarles de menos.
Mientras estaba en sus divagaciones, Buttler continuó arengando a sus hombres.
- ¡Muy bien capullos, escuchad! Puede que haya un biótico entre ellos, así que Alenko serña nuestro quarterback, ¡¿Entendido?!
- ¡SI; SEÑOR! - graznaron todos.
- Ramirez, Splittmeyer y Melberg, os quiero protegiéndole como si fuese la honra de vuestra madre, en caso de que tuviéseis madre y de que tuviese honra, claro está, ¡¿de acuerdo, capullos!?
Un nuevo crujido sacudió la nave, indicando que los sistemas informáticos habían derivado la puerta.
- ¡ADENTRO! - ordenó el capitán Buttler.
El equipo entró en la nave comercial. Era un carguero modular de Clase A con matrícula del espacio de la Alianza. Según los informes, era un envío de procesadores de riego para Eden Prime, la colonia humana más próspera del cumulo Exodus. Ese equipamiento era realmente caro, por lo cual se había convertido en un plato demasiado apetitoso para un grupo de piratas espaciales. Lo que seguramente no habían esperado los piratas es que hubiera tanta tripulación, al menos veinte personas más de las esperadas, y también más seguridad. El asalto se les había complicado, alguien de la tripulación había accionado la “parada Ness”, es decir, un mecanismo que detenía la nave y que impedía que volviese a ponerse en marcha salvo que un ingeniero autorizado accediese al núcleo, y un robo que suponían iba a ser rápido, se había convertido en un secuestro.
Tras pasar en formación de a dos los primeros pasillos, completamente despejados, se apostaron flanqueando la puerta de la cubierta de embarque. Buttler dio la señal de “alto” con la mano y habló con el centro de mando a través de su intercomunicador:
- Háblame, Valance - dijo -. ¿Que dice el termoescáner?
La encargada de operaciones, desde la Alberta, dio el informe para que todos lo oyeran:
- Están todos en esa sala, capitán - dijo -. Cuento al menos diez piratas, y tienen sujetos cada uno a un rehén como escudos humanos. Hay otro grupo de rehenes en el suelo, junto a la salida oeste de la sala. Están preparados; saben que ya estáis ahí.
- De acuerdo - Buttler se dirigió a sus hombres -. Bien, nenes, ahora tranquilos. No quiero que nadie mueva un músculo si yo no lo ordeno, ¿entendido?
Todos afirmaron silenciosamente, nada de voceríos esta vez. No había que dar pistas a los piratas de cual era su numero. Buttler se quedo junto a la puerta, mientras que Ramirez y Splittmeyer se ponían frente a ella como avanzadilla. El resto esperaba detrás, con la tensión respirando a la vez que los estertores de la nave.
- De acuerdo, Valance - le dijo Buttler a su oficial de operaciones por el intercomunicador - ...¡Ahora!
La puerta, derivada desde la fragata se abrió y rápidamente el equipo entró en la rectangular sala. Los piratas, viéndoles entrar se parapetaron al fondo, con los rehenes como escudos humanos. Buttler y algunos más gritaban:
- ¡QUIETO TODO EL MUNDO! ¡Vamos, tirad esas armas, estáis detenidos, no tenéis escapatoria!
Eran esos segundo de máxima tensión en que todo podía salir mal. Los piratas, humanos en su mayoría aunque había algún turiano también, les miraban aterrados de verdad pues sabían en el lío que se habían metido. Es un hecho que no se escapa de un comando N6 cuando estos tienen el control y todo el mundo en esa sala, soldados, piratas y puede que hasta los rehenes, sabía que ahora el control pertenecía al comando de la Alianza.
Aun así, tampoco se iban a rendir enseguida, claro está. Bajo su punto de vista, aún les quedaban unas cartas por jugar que eran los rehenes. Así que continuaron usándolos de escudos humanos mientras veían, sin atreverse a disparar, como el comando se desplegaba y se posicionaba frente a ellos.
Buttler, siempre al frente, continuó hablándoles.
- Muy bien, voy a repetíroslo otra vez, por si no os habéis enterado. ¡Esto se ha terminado! Tenemos el control de esta nave, hay una fragata de la Alianza acoplada sobre vuestras putas cabezas, y como a alguien se le ocurra hacer alguna tontería, os vamos a volatilizar como si fuéseis fruta podrida...
Mientras todo esto ocurría, y mientras pensaba en que el capitán Buttler, un día de estos, debería revisar sus metáforas, Kaidan, situado detrás de la soldado Malberg, con su pistola Kessler en mano, observaba uno a uno a los piratas en busca de bióticos. A su izquierda, muy atrás, vio un joven humano, con una gorra de béisbol y una escopeta Scimitar, que sujetaba por el cuello a una tripulante de la nave secuestrada. Y pudo ver ese pequeño fulgor azul que recorría su silueta como si fuese un aura. Algo tan sutil que solo otro biótico podía verlo. Un poco por delante de este, le pareció que uno de los dos turianos también “brillaba”.
- Alenko, dime algo - le inquirió Buttler.
- El primero por la izquierda, al fondo - respondió Kaidan mientras cargaba su amortiguación por si acaso -, y puede que el turiano de la derecha.
- De acuerdo - Buttler volvió a alzar la voz para dirigirse a los piratas -. ¡Bien, damas y caballeros; ahora vais a dejar que esa gente se vaya, muy despacio, y se tumbe en el suelo, y cuando lo hagan, muy muy despacio, vais a ir soltando esas armas!
Los piratas se miraban entre ellos, aterrados, indecisos y realmente, en el fondo, deseosos de que todo aquello acabase. Mejor ser condenados por asalto y piratería, que aniquilados por aquellos tipos. Los comando especiales de la Alianza no bromeaban. Todo el mundo lo sabia.
Buttler continuaba a lo suyo:
- Y vosotros dos – dijo dirigiéndose a los bióticos -, como vea brillar algo que no sea un árbol de Navidad, ordenare que os hagan tantos agujeros que no sabremos distinguir vuestra raza cuando intentemos despegaros de la pared. ¡ Venga, se acabo el pensar; soltad a los rehenes y tirad las armas! ¡YA!
Los piratas se miraron entre ellos unas cuantas veces más, hasta que el que estaba delante de todos, y que seguramente hasta hacia un minuto era considerado el jefe, levantando la mano que sostenía el arma y abriendo la otra, por la que había estado agarrando del cuello a un suboficial del carguero, claudicó diciendo con voz entrecortada:
- De acuerdo... de acuerdo, no disparen, por Dios... nos rendimos...
- Eso es - le decía Buttler -, quiero que todos lo vayan haciendo muy despacio...
Mientras poco a poco la rendición se convertía en un hecho, Kaidan avanzó un poco para seguir analizando a los piratas. En general, podía ver el miedo en sus rostros, mientas iban dejando a los rehenes, pero no veía más signos de biótica. Los marines de la Alianza también fueron avanzando, despacio, para que no hubiera ningún sobresalto, y sólo se escuchaban las órdenes de los marines a los secuestradores y los sollozos de la tripulación del carguero, ahora liberada.
Y sin embargo, Kaidan no estaba tranquilo, algo fallaba en aquel, en apariencia, cuadro perfecto.
Lo vio casi por casualidad, era una figura tan menuda, y sus ropas eran tan oscuras, que no se había fijado en ella hasta ahora. Estaba al fondo del todo, junto a una de las salidas de ventilación, cerca del grupo de rehenes que estaban de rodillas, los que no habían servido de escudos humanos. Pero estaba en pie, así que no parecía un rehén.
Kaidan, poco a poco, fue acercándose a la figura, tratando de aparentar que no iba a por ella directamente, porque había algo que le estaba poniendo realmente nervioso: el hecho de que no se movía. Estaba pegado a la pared, con una especie de anorak negro, con la capucha puesta, de modo que no podía verle el rostro. Tampoco, por lo tanto, podía saber su raza, pero sus proporciones eran humanas y o era una mujer o era un hombre muy menudo y delgado.
Lo único que Kaidan sabia es que estaba quieto. Y que no parecía asustado. Activo el intercomunicador de su oído para dirigirse a Buttler, que ahora estaba a unos cinco metros por detrás. Pero solo pudo decir:
- Capitán, creo que tenemos un proble... - antes de ver el fulgor. Fue solamente una décima de segundo, pero ese ínfimo espacio de tiempo fue suficiente para que Kaidan, antes de gritar - ¡¡¡AL SUELO!!! -, tuviese tiempo de pensar “Dios mío; todos vamos a morir”.
Y fue entonces cuando el infierno se desató en la nave.
La onda azul recorrió la estancia como un tsunami de destrucción. Cajas, fragmentos metálicos de todo tipo, armarios y hasta trozos del suelo, todo salió volando por los aires mientras piratas, rehenes y marines eran lanzados hacia la pared opuesta.
Kaidan se había tirado al suelo el primero, pero no por ello se había librado de una sacudida tan fuerte que le había lanzado varios metros hacia atrás, yendo a aterrizar sobre la espalda de la soldado Malberg, que a su vez había caído junto a Buttler y los otros. El aire estaba cargado de electricidad estática, con un intenso olor a elemento cero, parecido al del ozono. Y aunque sentía dolor en cada miembro de su cuerpo, Kaidan se levantó rápidamente. Tenia que verlo. Tenia que ver quien había sido capaz de eso.
Seguía allí. Ahora en actitud agresiva, mirándoles a todos desafiante con los puños apretados mientras el aura azul brillaba de una forma que Kaidan jamas había visto.
Por el suelo, los supervivientes al cataclismo se removían, quebrados y doloridos. Algunos tosían, pues parecía como si todo el oxigeno se hubiese esfumado de un golpe, y ahora poco a poco iba volviendo, aunque aun costaba respirar. Ya no había soldados, piratas y rehenes; ya solo había supervivientes.
- Alenko... - pudo decir no sin esfuerzo el capitán Buttler mientras trataba de levantarse del suelo - ...¿qué demonios ha sido eso?
- Ha sido una onda de choque - dijo Kaidan mientras saltaba un contenedor roto en el suelo, sin quitarle ojo al ser de la capucha negra. Aún estaba a más de diez metros, y parecía que no se había fijado en él.
- Un... ¿una qué?
- Un golpe biótico... pero de una fuerza que ni creía que fuese posible...
- ¿Y quien...? - empezó a decir Buttler, pero Kaidan ya no estaba a su lado. Sin pensar muy bien lo que estaba haciendo, se dirigía hacia el ser - ...¡Alenko, ¿que carajo estas haciendo?!
Mientras caminaba pesadamente hacia “eso”, Kaidan pudo distinguir algo más de entre las sombras que formaba la capucha. Desde luego, era humano, y casi estaba seguro de que era una mujer. No veía sus ojos, pero esas manos y esos labios que dejaban entrever unos dientes apretados por la rabia, eran femeninos. Un leve gesto de su cabeza le indico que le había visto venir. Y por un momento, pareció dudar, sin duda turbada por la decisión de Kaidan, que seguía caminando hacia ella despacio pero sin titubeos, sin disimulo, dando a entender que no quería sorprenderla.
La mujer miró nerviosa a ambos lados. Kaidan vio como sacaba de detrás de su cinturón una pistola, lo que hizo que se detuviese.
- No, espera - empezó a decir Kaidan, mientras pensaba que, sin duda, la pistola era mas un símbolo, un amuleto para una actitud, un atrezzo para una pose, que otra cosa. Porque alguien capaz de desatar un poder así, ¿para qué diablos quería una pistola? -; no venimos contra ti, yo...
Pero la mujer, en un movimiento fugaz, se agachó, cogió con fuerza y brutalidad a una joven sobrecargo de la nave secuestrada y se la pegó al pecho como escudo humano, al igual que habían hecho los piratas cuando el comando de la Alianza había entrado en la sala, apuntándole a la sien con la pistola.
- ¡Un paso más y reviento a esta zorra! - escupió con una voz rasgada que, pese a su furia, delataba que era muy joven.
Naturalmente Kaidan se detuvo y rápidamente, por instinto, levanto las manos en señal de buenas intenciones.
- ¡No, no estoy armado! - le dijo - Por favor, no le hagas daño...
- ¡Y una mierda, dejadme en paz...! - dijo la chica mientras se empezaba a desplazar hacia su derecha, hacia la salida de ventilación, arrastrando a la rehén con ella.
Mientras esto ocurría, por detrás de ellos los soldados de la Alianza ya se habían puesto en pie, una vez que habían comprobado que estaban vivos y con todas las partes de su cuerpo en su sitio, y con el capitán Buttler al frente apuntaban a la joven y tomaban posiciones. Nadie se ocupaba ni de los piratas ni de los rehenes, que veían la escena completamente estupefactos, como si ahora fuesen compañeros de una aterradora experiencia.
- No, no te la lleves, escucha, no venimos contra ti … - empezó a decir Kaidan.
Pero la joven biótica no estaba por la labor de escucharle. En un par de movimientos rápidos y certeros, empujó a la rehén por el conducto de ventilación y luego saltó ella, sin que nadie pudiese hacer nada.
- ¡Mierda! - exclamó Keidan asomándose al conducto de ventilación y dando un puñetazo en la pared - ¡Se la ha llevado!
- Bueno, tranquilos - dijo Buttler acercándose también a la boca del conducto-. A ver, Valance, dame información, dime a donde llevan estos jodidos tubos... - miró a sus espaldas y gritó a sus hombres - ¿Que coño hacéis mirando? ¡Esposad a esos piratas y atended a los heridos, capullos!
- Recorren prácticamente toda la cubierta de carga y los motores, capitán - explicó la oficial de operaciones -. Ah, ya veo...
- Compártelo con nosotros, Valance...
- En el siguiente subnivel están las cápsulas de evacuación, señor, puede que quiera dirigirse ahí...
- Seguro que sí, capitán - dijo Kaidan, nervioso -. Creo que conoce esta nave perfectamente. Tengo la sensación de que no era parte de los piratas, sino un polizón.
- ¿Si? Pues que la conozca tan bien no va a valerle un carajo, teniente - dijo el capitán -, porque tenemos anulados los sistemas desde antes de entrar, y ninguna cápsula de salvamento va a salir de aquí.
- Ya, pero ella eso no lo sabe, señor – dijo Kaidan haciendo que la pequeña sonrisa socarrona de Buttler se borrara de golpe -. Y cuando lo descubra, esa rehén lo va a pasar muy mal. Y como vuelva a cabrearse, puede que todos lo pasemos realmente mal, señor.
- Maldita sea... ¿y que propone, teniente?
Kaidan no pudo evitar dedicarle una media sonrisa a su capitán antes de arrojarse por el conducto de ventilación. Mientras caía oyó la voz de Buttler gritar:
- ¡Alenko, que diablos estas haciendooo...!
Cayó entre un montón de escombros, dentro de las estrechas tripas de la nave. La luz era muy escasa, y llamaradas de vapor del sistema hidráulico le golpeaban en la cara. Tenia ante si un pasillo oscuro y tan estrecho que no podría estirar los brazos hacia los lados y que parecía acabar a unos diez metros por delante de él. Sacó la Kessler y preparó su barrera, por si acaso. “Si”, pensó, “aunque ni una ni otra te van a valer de mucho si esa cosa vuelve a lanzar una onda de choque como la de antes”. Pero le hacía sentirse más seguro. Bueno, era un decir.
De pronto la escuchó gritar por delante.
- ¡Estáte quieta, zorra! - se oyó por el pasillo, y conforme fue avanzando un poco más, Kaidan comenzó a oír los sollozos de la rehén y unos golpes metálicos. Se detuvo al final de su pasillo, los ruidos venían de su izquierda, estaban ahí. En cuanto tomara la bifurcación se iba a ver cara a cara con la muerte. Respiró hondo y, mientras una parte de él pensaba: “¿Qué narices estás haciendo, Kaidan? Te quedan sólo dos días para irte, para pisar la Ciudadela, para ver las más grandes maravillas del universo conocido, para embarcarte en la nave más avanzada de la humanidad... para cumplir tu sueño desde que entraste en la Alianza. Así que... qué demonios haces?”, otra parte de su ser solo pensaba que había que sacar a la rehén de ahí con vida.
Y sabia que podía hacerlo. “Bueno, vamos allá”, se dijo a sí mismo antes de doblar la esquina.
Las dos mujeres se vieron sobresaltadas por su irrupción. La sobrecargo estaba de rodillas en el suelo, con las mejillas sucias y húmedas por el llanto pero aparentemente ilesa. La otra, que se había quitado el anorak y lo había abandonado en el suelo (la evacuación de vapores provocaba que allí hiciese un calor infernal), le apuntó rápidamente, pero Kaidan pudo ver por un instante, no sin alivio, que estaba más sorprendida que furiosa de verle.
Ahora pudo observarla mejor. Efectivamente a pesar de su aspecto terrorífico era muy joven, no podía tener ni veinte años. Era menuda y delgada, muy fibrosa. Por encima de un viejo pantalón de obrero llevaba un pequeño chaleco negro, y toda la piel de abdomen, brazos y cuello que dejaba ver estaba cubierta de tatuajes. La cabeza estaba rapada, y también por las sienes había tatuajes. Y sus ojos escupían fuego, Y su boca era una mueca de rabia.
Ambos quedaron apuntándose uno al otro, muy cerca los dos cañones de las armas.
- ...qué mierda... - susurró como una cobra enfurecida la mujer, más para sí misma que para su oponente.
- Escúchame - empezó a decir Kaidan tratando de sonar lo mas calmado y lo mas sincero posible. Lo primero no era cierto pero lo segundo, bueno, no había sido más sincero que ahora en toda su vida -; no quiero detenerte, ni quiero hacerte daño; solo quiero llevármela a ella - y con un leve gesto de cabeza le indicó que hablaba de la tripulante del carguero.
Pero como por un acto reflejo, la mujer cogió del pelo a la rehén con una mano, apretándola contra sus piernas. La joven cautiva gritó, mientras se echaba las manos a la cabeza para sujetarse el mechón de pelo del que la otra le tiraba.
- ¡Cállate, cállate! - le gritó a su rehén.
- ¡No, por favor, no le hagas daño! - le inquirió Kaidan - Vamos, sé que no quieres hacerle daño, sólo quieres marcharte, ¿verdad?
- ¡Y quién coño eres tú! - le dijo la mujer con voz rasgada, como papel de lija - ¿Eres un puto kamikaze que no teme a la muerte?
- No, te aseguro que no - Kaidan incluso sonrió un poco -. Te aseguro que lo único que quiero es salir vivo de ésta... al igual que tú. Y desde luego, al igual que ella.
La biótica le miraba con incredulidad, como esperando el fallo en sus argumentos. Empezó a respirar pesadamente, con desesperación.
- Joder... joder... - empezó a decir -... yo ni siquiera estaba con esos idiotas...
- Te creo - se apresuró a decir Kaidan.
- ¿Ah, sí? ¿Y por que me crees?
- Bueno - dijo Kaidan y de nuevo, muy levemente, sonrió -, porque si tú formaras parte de su banda, no creo que se rindieran tan pronto al ver entrar a un puñado de marines.
Un pequeño destello en los ojos de la mujer le hicieron saber a Kaidan que lo comprendía, y que estaba empezando a confiar en él.
- Escucha, no van a dejar que te la lleves - empezó a decir Kaidan al tiempo que le señalaba con un movimiento de su cabeza a lo que había a la espalda de la chica; una de las cápsulas de escape -, y además, esas cápsulas de salvamento están inutilizadas desde el control de nuestra nave...
- ¿Ah, sí? - exclamó la chica coléricamente - ¡Pues entonces tenemos un serio problema, ¿no crees?! - sujetó con más fuerza a la rehén por el pelo, y esta emitió un leve chillido.
Kaidan improvisó con rapidez. En realidad, no tenia autoridad para negociar en un tema de rehenes, pero allí abajo sólo estaban él, la rehén, y una chica sin pelo, muy cabreada y con el poder biótico más inmenso que nadie pudiese imaginar. Así que no había mucho tiempo para ser puntillosos con temas de competencias.
Tan oportuno como de costumbre, la voz del capitán Buttler sonó por el auricular de Keidan:
- Alenko - dijo sin dejar lugar a las dudas de que estaba muy cabreado - ¿qué demonios esta pasando ahí abajo?
- Capitán, estamos junto a la cápsula de salvamento numero 4 - dijo Kaidan sin dejar de mirar a las dos mujeres y llevándose el dedo índice a su oído -. Quiero que la activen, señor.
-¿Me tomas el pelo? - exclamó Buttler - No pienso dejarla escapar.
- Si no lo hacemos, señor, es muy probable que muramos todos. Tiene poder biótico suficiente para aplastar esta nave como hace usted con las latas de cerveza... señor.
La biótica continuaba mirándole con más interés, casi curiosidad, que furia. Y a Kaidan le había parecido ver un atisbo de sonrisa tras ese ultimo comentario suyo.
- Aun así - dijo Buttler - no puedo permitir que se lleve a la chica como rehén.
- No lo hará, señor - dijo Kaidan sin pensar muy bien lo que decía. O quizás pensándolo perfectamente -. Me llevará a mí con ella.
Durante un segundo, ambas mujeres, secuestradora y rehén, miraron a Kaidan con la misma cara de extrañeza.
- ¡Qué diablos dices! -. exclamó la biótica. Casi al mismo tiempo, sonaba, atronadora, la voz de Buttler en su auricular.
- ¿Qué carajo estas diciendo, Alenko?
- Escúchame - le dijo Kaidan a la mujer mientras cortaba la comunicación con el centro de mando durante unos segundos -; no permitirán que te la lleves, es una mujer inocente, una civil. Pero yo soy un soldado, un marine de operaciones especiales, estoy entrenado para cosas así. Créeme; es la única forma de que salgas de aquí … de que todos salgamos de aquí.
La mujer dudó durante unos instantes, durante los cuales Kaidan volvió a conectar con el centro de mando y explicó a Buttler su plan.
- Creo que es la única solución, señor - le dijo Kaidan.
- No me gusta, chico - dijo el capitán en un tono que indicaba que ya había accedido -. Pero es tu culo el que esta en juego.
Kaidan miro a la biótica, y trato de transmitirle en su mirada y en sus palabras toda la confianza de que era capaz.
- Vamos - le dijo -, aún podemos salir de esta... vamos.
- Que activen la cápsula y la soltare - dijo la mujer. Kaidan asintió y volvió a llevarse mano al auricular.
- ¿Capitán?
- Hazlo, Valance - se oyó la voz de Buttler, aun molesto y resignado.
Unos crujidos electrónicos precedieron a un silbido estertóreo que salió de la cápsula, al tiempo que varias luces en su portezuela pasaron del rojo al verde. Estaba activada.
Kaidan miró a la chica a los ojos. Tenia unos ojos inmensos, oscuros y profundos, aunque la rabia seguía brillando dentro de ellos como un relé de masa en la negrura del espacio.
- ¿Lista para dar un paseo? - le dijo sonriente. Luego miró a la sobrecargo, aun de rodillas en el suelo - Venga, ya sabes lo que se suele decir: tres son multitud...
La mujer liberó a la rehén, soltándola del pelo y dándole un empujón en la espalda con su pie. La joven tripulante se arrastró hasta Kaidan, sollozante. El la ayudó a levantarse y le dijo tratando de tranquilizarla:
- Vamos, sube hasta el nivel de acceso, aun estarán todos allí, vamos. Corre y no te detengas.
La chica aun dudó por un par de segundos, mirando a Kaidan y luego a su secuestradora, pero finalmente echó a correr por el pasillo que se abría a la derecha y desapareció mientras Kaidan y la biótica se miraban, una aún nerviosa y angustiada, el otro con miedo pero también con interés.
Ella, de un golpe seco, acciono el botón de la cápsula que abría la puerta, y sin dejar de apuntar a Kaidan, le dijo:
- Vamos, héroe de la Alianza, sigue ganándote tu sueldo. Empieza por soltar esa pistola.
- Bueno - suspiró Kaidan mientras entraba en la cápsula, tras dejar el arma en el suelo -, esto bien se merece una prima de riesgo, vamos, digo yo.
Se sentaron uno frente al otro y se colocaron las barras de seguridad hasta que quedaron aprisionados por los anclajes. Mientras escuchaban la IV de la nave advertir sobre el lanzamiento y empezar la cuenta atrás, Kaidan observó que ella seguía apuntándole.
- Creo que ya no vas a necesitar eso - le dijo.
- Y yo creo que deberías cerrar la puta boca - respondió ella secamente. Kaidan se encogió de hombros y pensó : “Espero que sea un vuelo corto”.
Los lanzaron al espacio con un sonido de explosión y una violenta sacudida. La cápsula, muy por encima de la velocidad del sonido, salió de la nave como un escupitajo de la boca de un marinero. Una vez se estabilizó, Kaidan le dijo la mujer que iba a pedir información, a través de su intercomunicador, del planeta “nido”.
- ¿De qué? - dijo ella, poco habituada a la jerga militar.
- Oh, perdona - empezó a explicar Kaidan mientras pensaba que, si no tenia entrenamiento militar, de dónde diablos habría salido, con todo ese poder -. Siempre que una cápsula de salvamento es disparada, la IV de la nave busca el planeta habitable más cercano, y dirige la cápsula hacia allí. Eso es lo que llamamos “planeta nido”.
- Ah, bien – dijo ella con poco interés.
Mientras Kaidan hablaba con el centro de mando, ella no dejaba de observarle. Era joven, era guapo, era valiente, era noble y bondadoso... desde luego, le esperaba una vida muy dura, pensó ella. Y durante todo el vuelo, que no duró mas de diez minutos, ambos fueron observándose. Admirado él del poder de ella, admirada ella de la bondad de él.
Pero, por supuesto, nadie dijo nada en todo el trayecto.
Cuando, una vez detenida la cápsula tras el violento aterrizaje, los pernos explosivos volaron hacia fuera la escotilla, una luz anaranjada y un calor seco y plomizo que indicaban un clima desértico, inundaron la pequeña nave.
La mujer, tras liberarse de las barras de sujeción, se ajustó su chaleco y de uno de sus bolsillos sacó unas enormes y negras gafas de sol. Salió al exterior con tranquilidad, casi como si Kaidan no estuviese allí.
Él por su parte, tras liberarse también de las protecciones, buscó en un compartimento que había en el suelo con el símbolo de una cruz roja. Había dos mochilas de supervivencia, que contenían agua, algunos víveres, una brújula, una pistola de bengalas, cosas así. Cogió ambas bolsas y salió al exterior.
El lugar, efectivamente, era muy árido y desolado. Bastante plano y sin apenas vegetación. Por la posición de su sol parecía ser mediodía, y la temperatura era superior a treinta grados, observó Kaidan en su omniherramienta. No era un paraíso, desde luego.
Ella estaba un par de metros delante de la cápsula, con los brazos en jarras y observando el horizonte, dándole la espalda. No parecía preocupada por su presencia, al parecer, no le consideraba una amenaza. Y era comprensible. Con todo aquel poder, ¿cómo iba a considerarle una amenaza?
- Tienes unos quince minutos antes de que aterricen mis compañeros - le dijo para llamar su atención. Ella se dio la vuelta y le observó con cierto desdén, pero no dijo nada -. Según nuestros informes, hay una colonia batariana a unos cuarenta y cinco kilómetros al este. Supongo que no te recibirán con los brazos abiertos siendo humana, pero seguro que podrás apañártelas. Y la Alianza no te buscara allí.
- La Alianza no me preocupa mucho, solo sois unos capullos idealistas - dijo con más pesadumbre que desprecio -. Hay cosas mucho más terribles que la Alianza...
- Supongo que si - dijo Kaidan -. Tienes pinta de llevar toda tu vida huyendo. Pero esta claro que no es de nosotros.
Ella, por primera vez, sonrió abiertamente. Una sonrisa franca, ancha y luminosa. Una sonrisa que no parecía pertenecer a aquella cara, menuda y de facciones duras, pese a la juventud que enardecía.
- Buen intento, héroe - le dijo con voz socarrona -. Pero no voy a contarte mi puta vida sólo porque hayamos compartido este “viajecito”.
Kaidan también sonrió y se encogió de hombros.
- Tenia que intentarlo - dijo. Luego, más serio y mirándola con admiración, añadió -. Es que todo ese poder, nunca había visto...
- Déjalo - dijo ella, y ya no sonreía -. Te lo advierto. Además, cuanto menos sepas, mejor.
Kaidan asintió y le tendió las mochilas.
- Tú ganas - le dijo -. No más preguntas.
Ella se colgó las bolsas de un hombro y se dispuso a marcharse, pero antes se quedó durante unos segundos mirando a Kaidan y tras observar la placa de identificación que colgaba en el pecho de su uniforme, le dijo:
- Buena suerte, teniente Alenko... creo que vas a necesitarla en esta vida. Y mucho.
- Es posible, pero tengo fe. Todo es cuestión de tener fe en uno mismo.
- ¿Ah, sí? - dijo ella, casi divertida - ¿Por eso sabías que no te mataría? ¿Porque tienes fe?
- No - respondió Kaidan, con sencillez -. No es eso. No sabía si me matarías o no.
Ella pareció algo contrariada.
- Y entonces ¿por qué lo has hecho? - preguntó - ¿Por qué te has arriesgado así por alguien a quien no conoces?
Y Kaidan, como si le hubiesen hecho la pregunta más tonta del mundo, respondió con total naturalidad:
- Pues porque era mi deber.
Ella volvió a sonreír.
- Lo dicho, encanto - dijo -. Que tengas suerte.
Ella se giró y comenzó a dirigirse hacia el desierto. Pero no había dado más de cuatro pasos cuando Kaidan le dijo:
- Al menos podrías decirme tu puto nombre...
Lo cual hizo que se detuviese y se girase para observarle. Ambos, casi sin quererlo, sonreían.
- Puedes llamarme Jack - dijo antes de volverse y caminar hacia el caluroso y extenso arenal.
Kaidan la observó mientras se alejaba. Para cuando aterrizó la lanzadera del SSV Alberta, con varios de los chicos del comando y un muy cabreado capitán Buttler dentro, ya apenas distinguía su silueta contra el horizonte.
Subió a bordo, ignorando tanto las palmadas de felicitación en la espalda como los graznidos de reproche de Buttler, solamente absorto en ella, en lo increíble que parecía el ser que acababa de conocer.
Luego miró su reloj. Quedaban menos de venticuatro horas para su traslado a la SR Normandy, al mando del capitán David Anderson.
“Bueno”, pensó, “esperemos que el último día sea algo más tranquilo”.
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