No es tan fácil







Buenas, padre. Quisiera confesarme.
Por supuesto, hijo mío. Para eso has venido, supongo. Esto es un confesionario y estamos en una iglesia.
Ya, ya... Perdone, padre, pero no conozco bien las fórmulas de esto. Nunca lo había hecho antes.
¿Confesarte? 
Sí, bueno... en realidad, que yo recuerde, tampoco nunca había pisado una iglesia. Así que no sé si esto... procede. Vamos, que no sé si puedo confesarme sin haber sido bautizado ni nada.
¿Y que tál si nos olvidamos de las fórmulas, como tú dices, y por el momento solo charlamos? Si has venido aquí, es que algo te preocupa o te aflige.
Podría decirse que sí... o sin duda, sí. Y desde hace mucho tiempo.
¿Mucho tiempo? Por tu voz no pareces mayor.
Según como se mire, tengo unos cuarenta...
¡Nada, jaja... ni según como se mire ni nada, hijo! Aún estás muy en la mitad del camino, si Dios quiere.
O menos...
Y hablando de Dios... podrías empezar hablándome de tu relación con Él.
Puede que ahí esté el problema. Es algo un poco complicado... Muy complicado, diría.
No me lo parece a mí... Creo que estás sufriendo una crisis de fe, ¿no es así? Es mucho más corriente de lo que crees, todos pasamos por ellas.
¿En serio?
¡Por supuesto! Ni los sacerdotes nos libramos y, si lo piensas bien, es absolutamente comprensible. Dios es bueno y generoso con nosotros, pero a la vez es muy exigente. Continuamente nos aprieta, nos exige que creamos en Él y que le amemos sin darnos nunca lo que, desde la razón, llamaríamos una prueba física, real, tangible de su existencia. Y tan grande como es, fíjate en lo que te digo, nos da la capacidad de razonar y la libertad de dudar.
Pero, si dudo de su existencia, ¿no estoy alejándome de Él? 
No, en absoluto, hijo mío... Podríamos decir que, simplemente, estás ejerciendo de ser humano. Dios sabe que en la duda tiene su semilla el conocimiento y que el que duda, buscará respuestas. Tú por ejemplo, en una edad en la que sin duda tendrás muchas inquietudes y problemas, sobre todo teniendo en cuenta cómo está el mundo hoy en día, pues haces muy bien en cuestionarte las cosas y buscar respuestas. El que busca, siempre, siempre, acabará encontrando a Dios. Y ten en cuenta que Dios quiere creyentes, no crédulos.
Vaya, no lo había visto de esa forma. De cualquier forma mi relación con Dios siempre ha sido muy especial, ¿sabe? Al principio me sentía no sólo amado por Él, sino... cómo decirlo... bendecido. Tocado por su mano. Era tan afortunado y todo me iba tan bien que... no sé, me decía a mí mismo que era un elegido.
También eso nos pasa a todos en algunos momentos de nuestra vida. Entonces, por lo que dices, al principio todo funcionaba bien, ¿no? ¿Te llevabas bien con tus padres?
No tuve madre, pero mi padre lo fue todo para mí. Fue él quien me creó, quien hizo de mí lo que soy y quien me lo enseñó todo.
Entiendo. Le amabas mucho, claro.
Más que a nada. Era el hombre más bueno e inteligente del mundo, padre. Todos le adoraban... pero entonces él también se fue...
Lo siento mucho, hijo mío. Estoy seguro de que Dios estará feliz de tenerle junto a Él.
Yo también lo creo. El caso es que, supongo que a raíz de muerte, empezaron a asaltarme muchas dudas. No me interprete mal, no fue la típica e infantil reacción de "¡ah, qué malo es Dios que me ha arrebatado a mi padre! ¡Reniego de Él!" Nada de éso. Su enfermedad fue larga y verle así... en fin, casi sentí alivio al final cuando... bueno, éso. Además, era muy mayor y vivió plenamente. Aprovechó al máximo hasta el último de sus días. No, no fue ese el problema.
¿Entonces? ¿Motivos económicos?
No, no... ¡para nada! En los años en que trabajamos juntos gané más dinero del que podré gastar en cien años. No, lo que yo creo que ocurrió es que al morir mi padre me sentí muy solo. Siempre había estado tan cerca de mí, guiándome con su mano firme y sabia... Y sí, tenía amigos, compañeros que eran casi como mi familia. Tenía el cariño de todo el mundo pero, usted lo entenderá. Con una relación tan especial como la que teníamos mi padre y yo, era casi inevitable sentirme así.
¡Naturalmente, hijo! Lo extraño hubiese sido lo contrario. Y dime, ¿cómo te afectó esa sensación de vacío, de soledad?
Bueno, creo que fue entonces cuando empecé a analizarme, a estudiarme interiormente. Quizá lo hice en exceso... obsesivamente, si quiere que use ésa expresión. Por primera vez desde que vine al mundo... solo era yo, sin él detrás para guiarme, para ser mi voz. Y tras mucho escudriñar en mi interior, me empezó a obsesionar la idea que, supongo, me ha traído aquí.
Entiendo... y supongo que esa idea que te obsesiona es que Dios no existe, ¿acierto?
Pues... no exactamente. Ya le digo que mis dudas iban dirigidas hacia mi interior, no hacia lo que me rodeaba, a lo que haya fuera. Lo que creo, padre... es que no tengo alma.
¡Vaya, éso no me lo habían dicho nunca!
Supongo. Modestia aparte no creo que vengan muchos como yo por aquí, padre.
Sí, sí... a ver, reconduzcamos esto... En el fondo, hijo mío, tu duda es la de siempre; la clásica crisis de fe de la que hablábamos antes. Solo que tú, como has dicho, lo interiorizaste, lo enfocaste hacia el interior de tu ser. Pero es lo mismo. A fin de cuentas, el alma no es más que el Espíritu Santo habitando en nuestro interior, haciéndonos hijos de Dios. Es Dios mismo. Y te aseguro que todos la tenemos; los creyentes, los ateos, los chinos y los esquimales.
Ya le digo que yo no, padre...
Espera, espera, déjame acabar. Creo que lo que sientes en tu interior no es más que el enorme vacío que dejó tu padre y que, quizá con demasiada ansiedad, ansías llenar de nuevo. Pero lo que debes comprender es que tú no estás vacío, hijo. Tú también estás lleno de Dios, como todos los seres humanos.
Es que ésa es la cuestión, padre, ¿qué es un ser humano? Es tan difícil definirlo... Usted me dirá que es un ser con alma. Pero un científico me diría que es un ser que piensa intelectualmente o algo así. De modo que en un futuro un súper-ordenador podría ser considerado humano. Pero para un niño, al que hago reír día tras día, solo soy humano y real por eso, por la felicidad que experimenta. Y entonces, ¿qué soy? ¿Estoy realmente vivo o solo estoy vivo en la mente de los demás?... ¿Padre?
Oh, disculpa Te escuchaba absorto pero, por varias cosas que has dicho; lo de que todo el mundo os quería y ahora lo de hacer felices a los niños... exactamente, ¿a qué te dedicas?
Bueno... podría decirse que... al mundo del espectáculo.
¡Oh, vaya, te he incomodado! Discúlpame. Ahora he pecado yo de curiosidad. Pero es que, además, tu voz me resulta familiar.
Sí, me lo creo...
¡Es igual! Dejemos esto y vamos  a lo importante... Lo primero es que lo simplificas demasiado. Un ser humano es algo mucho más complejo que un ser con alma. Recuerda que San Francisco de Asís decía que los animales también la tienen.
De acuerdo, pero tener alma es una particularidad indispensable, sine qua non, que se dice. Y por eso siempre consideramos a un hombre un ser humano aunque se comporte como una bestia asesina. En cambio yo, que soy incapaz de matar una mosca... bueno, ese no es un buen ejemplo; mato moscas todos los días, pero por necesidad...
¿Cómo?
No importa... Entonces, ¿cómo saber si tengo alma? No sé si puede entenderme.
La verdad, hijo; me desconciertas bastante. ¿Cómo puedes dudar de tu propia naturaleza?
Pues porque por mi porpia naturaleza yo no debería tener alma. Pero mi padre y millones de personas me la dieron. Y ahora viene una duda aún peor: ¿Me la dieron realmente o fuí yo quien quiso creerlo?
Pero, ¿qué quieres decir con que por tu naturaleza no debías...?
¡Absuelvame, padre!
¿De qué? ¡Tú no has pecado, hijo mío!
¡Absuelvame de fingir que tengo alma! ¡De engañar al mundo con esa farsa que yo quise creer y...!
Cálmate, hijo mío. Desvarías. Yo creo que... ¡AAH! ¡¿Qué es eso?!
Son mis dedos, padre...
¡Pe... pero son... son...!
Sí, ya lo sé. Y no es fácil, créame. No es fácil vivir, si es que estoy vivo, con este aspecto y esta angustia. No es fácil tener estos nubarrones negros en tu interior y tener que salir ahí con la gabardina para decir lo de "¡Aquí el reportero más dicharachero...!" Ni aguantar el show día tras día...
¡Cris...Cristo bendi... to, no puede...!
... pero qué le voy a hacer. Ojalá no tuviese estas dudas. Sería feliz con Peggy y todo sería estupendo. Incluso aguantaría las idioteces de Gonzo... Bueno, padre, ¿me absuelve o qué? Tengo la limusina esperando y ya voy tarde para la grabación... ¿Padre?... ¡Padre!... desde luego... ¡CROACK!... Y luego a la gente le hace gracia la cacioncita de "Ser verde"... En fin, ahí se queda.


A Jim Henson

 

Comentarios

  1. Menuda sorpresa me he llevado!!! Eres tremendo. El cura mola bastante eh? Me he quedado a medio camino entre la reflexión, la sorpresa y la risa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sólo con que te sorprendiera, me conformaba. Afuerza de escuchar la versión de Josele Santiago (a mí de Barrio Sésamo no me sonaba) se me fue ocurriendo la idea.

      Eliminar

Publicar un comentario